José Linares

La crisis sanitaria puso en evidencia mayores niveles de pobreza en las zonas rurales del país, pasando de 40.8% en 2019 a 47.5% en 2020 (INEI); y nos plantea la necesidad de abordar una transformación productiva, que genere empleo y se conecte con la canasta de consumo para combatir el hambre, también que se proyecte a responder a la demanda de nuevos mercados del exterior; con el fin de reducir los niveles de pobreza rural.

El PBI del sector agropecuario solo representa el 6% del total, y su desarrollo se ha concentrado en la costa peruana con tasas importantes de productividad, por la buena provisión de infraestructura logística y un eficiente sistema de irrigación en base al agua que proviene, principalmente, de la sierra, ofertando productos para la canasta de exportación agrícola, desarrollado, en la mayoría de los casos, por la inversión privada.

Sin embargo, en las zonas rurales de la Sierra, predomina la agricultura familiar, que tiene una baja productividad; y que, por efecto de la pandemia, recibió el retorno de población migrante en búsqueda de asegurar su alimentación, ya que la agricultura familiar produce principalmente leguminosas, cereales, hortalizas, frutas, entre otros. Situación que debe aprovecharse con una transformación productiva, para mejorarla, con incentivos, ayuda técnica y vinculación a cadenas productivas de alimentos para el mercado interno y externo.

Esto contribuirá a asegurar que, quienes retornaron a las zonas rurales, encuentren las facilidades de desarrollo necesarias para asentarse y, al mismo tiempo, servirá de ejemplo a otros migrantes que actualmente viven en extrema pobreza en Lima y en las demás ciudades de la Costa. En este contexto, también es necesario que el Estado asegure servicios de saneamiento, salud y educación básica.

Las potencialidades para el desarrollo de las zonas rurales identificadas en el 2015 por el Plan Nacional de Diversificación Productiva, se orientaron a aumentar la oferta para la canasta de exportación, que incluyó: cebollas, arvejas, rocotos, mangos, paltas, truchas congeladas, manteca de cacao, tejidos de lanas de alpaca, entre otros. Pero, el país también tiene otras potencialidades para exportar en las zonas rurales andinas, como la quinua, la kiwicha, la maca, el tarwi, que son cereales andinos utilizados en la dieta de los astronautas por su calidad nutritiva. Debemos recordar que el Perú tiene unas tres mil variedades de papa que han alimentado al mundo por siglos, y entre estas se incluye a la “papa marciana de Tacna”, la cual, además de sus grandes cualidades nutricionales, puede producirse en zonas áridas, característica por la que piensan sembrarla experimentalmente en Marte.

La diversificación productiva, basada en políticas sectoriales, se ha orientado a la canasta de exportaciones, buscando aumentarlas, pero se ha olvidado del desarrollo rural y de la agricultura.

El Estado debe reactivar la agricultura, ayudando a mejorar la baja productividad agropecuaria en las zonas rurales de la Sierra y articularla las cadenas alimenticias del país. También debe realizar compras estatales a la agricultura familiar de alimentos para suministrar productos a los programas sociales; lo cual implicará la mejora de la eficiencia del gasto público orientado a la agricultura y a la seguridad alimentaria.

El nuevo gobierno tiene la oportunidad de desarrollar estrategias integrales de desarrollo rural, donde el papel de la planificación y la coordinación de los gobiernos subnacionales deben ser reforzado; buscando superar la desarticulación y fragmentación de los programas de desarrollo rural, principalmente orientados a aliviar la pobreza, pero que no están articulados con oportunidades de desarrollo económico.

Para que el agricultor reciba precios justos en chacra se deben reducir los costos de comercialización, y los intermediarios; asimismo, hay que mejorar la infraestructura vial y racionalizar la ubicación de los mercados de consumo, con un criterio ambiental, por lo que es recomendable desconcentrar el mercado mayorista de Lima en tres: norte, centro y sur, para también disminuir la contaminación ambiental, el deterioro de las pistas, y reducir fletes y peajes, para asegurar ingresos justos a los agricultores.

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