José Linares

En el mundo han existido, hasta ahora, cuatro revoluciones tecnológicas sucesivas. La Primera fue la “Revolución Industrial” (1771), localizada en Inglaterra, e iniciada con la Hilandería de algodón y continuada con el motor a vapor y los ferrocarriles.

La Segunda fue la “Era Analógica”, situada en EE.UU., Alemania y Francia (1875), con la aparición de los automóviles, el uso del petróleo como fuente de energía, la iluminación por electricidad (París, Ciudad Luz) y el teléfono.

La Tercera revolución fue la “Digital”, que implicó el uso de la computadora personal con Internet (1990), localizada en EE.UU., difundiéndose, inicialmente, hacia Europa y Asia.

La Cuarta, también conocida como “Industria 4.0”, o “Era de la Automatización” (2016), se inicia simultáneamente en EE.UU., Japón, Corea del Sur y Alemania, e implica avances tecnológicos emergentes en una serie de campos, incluyendo robótica, inteligencia artificial, cadena de bloques, nanotecnología, computación cuántica, biotecnología, internet de las cosas, y vehículos autónomos.

Cada revolución tecnológica puede ser vista como una gran transformación del potencial de creación de riqueza de la economía, ya que pueden aumentar significativamente la eficiencia y la efectividad de todas las industrias y actividades en general.

Las transformaciones tecnológicas terminan alcanzando toda la economía, elevando el nivel general de productividad potencial, modernizando las industrias maduras y fomentando la innovación. El proceso de difusión de estos cambios masivos y sus efectos económicos y sociales constituyen una gran oleada de desarrollo.

La economía digital (comercio electrónico, automatización, no presencialidad, etc.) ha sido consecuencia de la globalización y de la evolución de las TIC’s hacia la transformación digital, que da soporte a las actividades económicas y sociales, en distintas partes del mundo.

Hoy la competitividad de los países se encuentra estrechamente relacionada a sus niveles de digitalización y acceso a la tecnología, la misma que ya no centraliza su uso en los lugares de origen, sino que está a disposición universal, de inmediato.

Al comienzo hemos hablado de las 4 eras tecnológicas, las que se iniciaron con más de 100 años de vigencia, hasta que llegó la Era digital, que se redujo a solo 26 años, tras iniciar la Era 4.0, o de la Automatización (2016).

Esto nos indica que cada día la velocidad del cambio tecnológico es mayor y, a la vez, más democrático: está al alcance de todos los seres humanos en simultáneo, aunque no todos tienen la misma posibilidad de acceso, de ahí la responsabilidad del Estado de facilitar los accesos a la digitalización, a la plena conectividad, y a su uso gratuito tratándose de la educación en todos sus niveles.

El estudio del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) sobre el “Impacto Económico agregado de la digitalización (2005-2013)”, registró para el caso del Perú una contribución al crecimiento de 5.2%, creando 34 mil empleos, y 7,309 millones de dólares en el PBI (R.Katz); estando por encima del promedio Latinoamericano de 4.3%, en dicho periodo.

Entre las actividades de rápida asimilación de tecnología digital en el Perú, podemos señalar a la industria de exportación agrícola, sistemas de rastreo en la pesca marítima, digitalización de las relaciones proveedor-cliente, gestión de inventarios, vigilancia a distancia, sensores climáticos, operaciones bancarias, operaciones mineras, entre otros. Un estudio de EY Perú, del 2019, dice que solo el 9% de las empresas se encontraban con un alto índice de madurez digital, mientras que el 73% se encontraba encaminado y el 18% en condición incipiente.

La revolución 4.0 supera el concepto de mundo globalizado e hiperconectado, y genera nuevos esquemas de organización, producción y gobernanza de la economía, que coexisten con la economía tradicional, y que interactúan y se fusionan, independientemente del nivel de las mismas.

Para que nuestra sociedad pueda obtener todos los beneficios productivos y de competitividad que brinda la nueva Era 4.0, es necesario digitalizar la educación, para lo cual los distintos niveles educativos (básica, técnica y superior), necesariamente deben ser híbridos (presencial y a distancia), con lo cual se podrá compartir recursos educativos de alta calidad, independientemente de donde se encuentren los estudiantes.

Por ECO. José Linares Gallo

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