Si bien la minería genera aproximadamente el 60% de las divisas, el 20% de la recaudación fiscal, y entre el 11% y 15% del Producto Bruto Interno (PBI), también es cierto que el 62% de los conflictos socioambientales tienen relación con esta actividad. Los resultados de la actividad minera sobre el desarrollo combinan efectos positivos (mayores ingresos tributarios) con la prevalencia de conflictos sociales.
Considerando los últimos enfrentamientos entre comunidades y la empresa minera Las Bambas en Apurímac, cuyo contrato dura hasta el 2045, produce el 1% del PBI nacional, y cuya paralización está produciendo que se deje de exportar 9.2 millones de dólares diarios, y de aportar 5.2 millones de soles diarios por canon y regalías, quiero compartir mi experiencia alfabetizando tecnológicamente en español y quechua en distintos lugares del Ande, la misma que se inició en 1996 en Ayacucho y que en el 2021 fue considerada como un aporte al Bicentenario de la República por el Ministerio de Cultura.
Una de estas experiencias, se desarrolló el 2007, en las comunidades de Pamputa y Fuerabamba (actual centro de la conflictividad), con quienes me tocara sacar adelante un proyecto de responsabilidad social empresarial que realicé con mi empresa, tras haber sido contratados por la minera Glencore Xtrata (Suiza), anterior propietaria de Las Bambas, para alfabetizar tecnológicamente a jóvenes de entre 15 y 25 años de ambas comunidades.
Antes de iniciar el proyecto, recibimos, con la relación de los participantes, sus certificados de estudios. La mayoría tenía primaria completa y otros también secundaria, por lo que el contrato indicaba que el proyecto se desarrollaría en español. Nuestra propuesta consistía en un proceso de alfabetización tecnológica, a través de materiales de construcción a escala Lego Education (danés) y máquinas herramientas a escala The Cool Tool (austriaco), los mismos que, al término, quedaron para los colegios de la zona, previa capacitación docente.
La propuesta respondía a la problemática de las comunidades, las cuales se dedicaban, en su mayor parte, a generar chuño moliendo papas con sus pies. En ese contexto presentamos una propuesta de desarrollo para utilizar los vientos como energía, a partir de la construcción a escala de molinos, los cuales generaban energía que se almacenaba en condensadores, que alimentaban máquinas moledoras a escala.
Si bien la propuesta se planteó en español, de inmediato, fue rechazada por los comuneros, quienes exigían ser capacitados en quechua. Este problema lo consulté con el rector de la Universidad Pedro Abad del Cusco de ese entonces, quien me dijo que esto era muy frecuente, porque los jóvenes, al terminar su primaria y secundaria, no conseguían trabajo en español, por lo que volvían a su comunidad para continuar hablando exclusivamente quechua, lo que me llevó a pensar que estaban frustrados por su experiencia escolar.
El rector me sugirió incorporar al equipo a antropólogas bilingües de su universidad, quienes utilizaron nuestros vocablos tecnológicos en quechua de las Eras Industrial, Analógica y Digital, que veníamos generando desde el año 1996. Lo que permitió realizar una capacitación en español y en quechua enriquecido con estos vocablos.
Progresivamente en el desarrollo de los talleres, los estudiantes comenzaron a recuperar su español. Al final, ellos mismos reconocieron que eran bilingües, pues lograron aprender solucionando problemas en español y en quechua.
El proyecto se desarrolló el año 2007 en ambas comunidades (Pamputa y Fuerabamba), por un lapso de 6 meses sin ningún problema, y fue presentado a EXPOMINA como un proyecto exitoso. También se replicó la experiencia en ferias comunales donde participó la población de ambas comunidades, junto con la minera, con exposiciones de los jóvenes en ambos idiomas.
Esta experiencia muestra que cuando la responsabilidad social se ejecuta en el Ande, donde existen poblaciones mayoritariamente quechuahablantes, como en Pamputa y Furambaba (80%), los servicios deben darse en quechua y español. De esta manera se generan espacios de desarrollo que reducen las fricciones sociales. Reivindicar al quechua en las comunidades andinas quechuahablantes fortalece las relaciones entre empresa y comunidad.
Por ECO. José Linares Gallo