Esperamos, para octubre próximo, los resultados de la evaluación de PISA 2022, que genera la OCDE desde el año 2000. Cuando recurrimos a sus orígenes, encontramos al propulsor de los informes, el físico, matemático, estadístico e investigador alemán Andreas Schleicher.
El 2022, el Ministerio de Educación realizó la Evaluación Muestral de Estudiantes, donde encontró que los alumnos no tienen grados satisfactorios de comprensión lectora ni razonamiento matemático (60% y 90% en primaria y 80% y 90% en secundaria). Este informe nos hace prever (y más aún con el cierre de los colegios por dos años) que los resultados de PISA 2022 serán aún más deficitarios que los del 2018 que ya nos ubicaba entre los últimos lugares.
Andreas Schleicher, en su libro “Primera clase: cómo construir una escuela de calidad para el siglo XXI”, editado por la OCDE, menciona que la educación condiciona la prosperidad de un país. Y que las reformas educativas no deberían tener que ver con campañas electorales o con gobiernos determinados, pues deben tener un horizonte a largo plazo.
Según nos dice, para mejorar la calidad de la educación es necesario empoderar al profesorado, previa profesionalización, lo que no necesariamente implica incrementos salariales, pues no aseguran la mejora en la calidad de la educación, sino que se debe formar a los profesores para tener éxito en la vida, practicando valores, y que además de aprender en las universidades, aprendan con otros profesores para asimilar las buenas prácticas.
Aún no se entiende que es necesario un espacio para nuevas ideas, para cuestionar el establishment (poder dominante). Lo urgente es generar conocimiento de calidad para las nuevas generaciones.
En su libro, Schleicher describe el panorama de los 5 mejores sistemas de educación en el mundo (PISA 2018): 1) China – Shanghái (ciudad más poblada del mundo): ciudad de excelencia, educación de excelencia; 2) Finlandia: la educación como medio para remodelar la economía; 3) Estonia: la educación como garantía de calidad; 4) Canadá: equidad para obtener excelentes estudiantes en diferentes entornos sociales; y 5) Singapur: la educación como motor del crecimiento económico.
En este contexto podemos inferir que no hay posibilidad de desarrollo, económico y social, sin educación de calidad. Cualquier reforma educativa tendrá impacto a largo plazo, por lo que, si no se comienza, siempre se estará peor, y, al final, se necesitará más tiempo y más plata para lograr un desarrollo sostenible. Recordemos que en nuestro país tuvimos veinte años de crecimiento económico sin desarrollo, y hoy continuamos siendo un país con 80% de informalidad, donde dos tercios de la población es pobre.
En el Perú, como en América, la educación está fracasando como ascensor social, pues además de la falta de profesionalización de los docentes, somos uno de los continentes que menos ha incorporado la tecnología en su actividad de aprendizaje y laboral, generando baja productividad y pobreza.
¿Por qué, lamentablemente, en Perú tenemos una de las peores educaciones del mundo, si antes fue significativamente superior? Hasta el segundo gobierno de Belaunde, con Paniagua de ministro de Educación, los docentes ganaban un promedio de 1,000 dólares mensuales. Luego, Fujimori los llevó a 250 dólares, con lo que se generó en el Perú la desprofesionalización del docente, al canjear salario por disminución de la jornada escolar en tres turnos (mañana, tarde y noche), legitimando la desprofesionalización del docente, que tiene que buscar un ingreso complementario en cualquier actividad.
La reforma educativa del Perú debe ser tarea de todos y requiere de un pacto nacional para visualizar la problemática en el corto, mediano y largo plazo, acompañada de una revolución tecnológica digital sin discriminación: los niños tienen derecho a educarse en su lengua originaria y con la tecnología de la época en la que viven (siglo XXI), libres del aprendizaje memorista. Hoy, nuestros estudiantes, en clase, ven, oyen, escriben y transcriben lo que dice el docente. Necesitamos una escuela construccionista, que permita explorar, investigar y solucionar problemas.
De ahí que mi propuesta incluye el uso de la robótica y la inteligencia artificial, con una educación intercultural en español y quechua actualizado con tecnología, para niños y docentes, con lo cual se incrementará el PBI y disminuirá drásticamente la población en extrema pobreza.
Por ECO. José Linares Gallo