José Linares

UN PROBLEMA CON MUCHAS CAUSAS EN EL TIEMPO

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No se trata solo del aumento de salarios a los docentes. Tampoco de un cambio curricular que se mantiene conservadurismo en sus temarios. Las causas suelen tomarse como efectos y no se llega a una solución. El análisis es o debería ser más profundo

Por sucesivos estudios internacionales, incluidos algunos de CEPAL, sabemos que nuestra administración pública es una de las menos organizadas y especializadas de la región. El sector educativo no escapa a ello: la confusión de prioridades, la falta de planeamiento de políticas o la escasa continuidad de éstas lo afectan tanto o más que a otros sectores. Pero hay males propios y específicos que hacen que esta parte de la maquinaria del Estado luzca más lenta, ineficaz e ineficiente en las últimas décadas.

El sector educación, al igual que el de salud, da servicios que inciden directamente en la calidad de vida de las personas y en sus proyectos de vida. En consecuencia, son sectores que podrían y deberían ser comparados en términos del “costo – beneficio” que nos procuran a todos los peruanos. Ya sea porque el principio de Transparencia que rige a toda democracia lo exige (los peruanos merecemos saber cómo se gastan nuestros impuestos), ya sea porque tener un marco comparativo de referencia abona a favor del principio de Eficiencia que debe regir a todo Estado moderno.

Pero aún cuando no hay siquiera aproximaciones comparativas entre estos dos sectores, no hay quien ponga en duda que el retorno que obtiene el Estado por cada Nuevo Sol que invierte en la salud, es muchísimo mayor que el que invierte en educación. En salud, salvo excepcionales casos reportados por llamativos noticieros, la práctica profesional médica es más o menos aceptable a pesar de las carencias. En la práctica docente no se puede decir lo mismo. Se dirá que es una cuestión de salarios. Pero el tema no es tan simple. Por lo demás ya la administración de Toledo ensayó incrementos remunerativos significativos sin tener hasta ahora contraparte en la mejora de la calidad. Se podría hasta triplicar los sueldos de los docentes y aun así obtener muy poco a cambio.

El problema del docente está tan profundamente enraizado que los “efectos” suelen tomarse como causas y como consecuencia de ello las medidas de política muchas veces lucen como si pusiéramos los furgones delante de la locomotora. De hecho el problema es multi-causal y por lo tanto una mirada multidisciplinaria y de amplio horizonte es lo recomendable. Pero no hay nada más lejos de la perspectiva de un sector que equivocadamente cada vez se enclaustra más en sí mismo.

En efecto, nótese por ejemplo que a diferencia de las demás profesiones, solo los docentes practican la autarquía académica; es decir, salvo algunos pocos formados en Facultades Universitarias, de cierta calidad que aún sobreviven  la gran mayoría se aíslan en los denominados centros de formación pedagógica sin posibilidad de beneficiarse de las externalidades que brindan las universidades. Un médico en formación, por ejemplo, comparte a los mismos profesores de estadística que los de cualquier facultad de ingeniería.

Aislados así los docentes, es inevitable la formación de una subcultura con modelos mentales orientados principalmente a ver el arbusto y no a observar el bosque. La BIG PICTURE solo es posible en centros académicos donde concurren los saberes y donde cada sesgo profesional se anula recíprocamente como si se tratase de una suma vectorial.

Volviendo ya al plano docente está claro que “la parábola de los viajeros del pasado” contada por Seymour Papert del MIT tiene una versión más agravada en el caso peruano. Papert decía que si viajaran del pasado un equipo de profesionales conformado por un ingeniero, un médico y un profesor y fueran llevados a una represa en construcción, a un quirófano y a un salón de clases respectivamente, los dos primeros se sentirían impotentes ante tanta tecnología desconocida. El profesor en cambio, luego de salir de un marasmo por las nuevas pizarras blancas, agarraría un plumón y comenzaría a dictar su clase.

Este aislamiento del sector educativo se ve tan natural que todos los peruanos consideramos muy normal que los programas curriculares cambien sin que conozcamos a los pocos autores de estos cambios (que se cuentan con los dedos de las manos) y sin que sepamos cuales fueron los criterios y los procedimientos para aprobarlos. Y esta falta de transparencia ha llevado por ejemplo a que la educación secundaria siga tan desvinculada de la realidad que subsiste desde hace muchos años un alto nivel de deserción al no generar capacidades laborales en sus egresados que en aproximadamente más del 80% no continúan estudios superiores ni técnicos.

Los cambios curriculares han estado focalizados en el aspecto metodológico mostrando, en cambio, un fuerte conservadurismo en la renovación temática. Y tal vez sea porque un cambio radical del perfil del alumno exige, antes que todo, un nuevo perfil del docente. Con lo cual parecería que el conservadurismo del sector es funcional a mantener cómodos y sin sobresaltos a los docentes. Esta preferencia por el bienestar docente antes que por el alumno no se da en la relación paciente – médico, por ejemplo. Pero persiste en el comportamiento gubernamental porque el daño es a mediano plazo y por lo tanto invisible socialmente.

El Perú no es el único en razonar de esta forma y puede que este modelo mental sea el legado de nuestros antiguos colonizadores. De hecho, en España la discusión por la restauración de la jornada escolar completa trajo mucha más discusión por el lado del efecto que tendría en las incomodidades sociales y económicas que sufriría el docente, antes que por el lado del impacto que tendría en niños y jóvenes.

El sector educación peruano no solo sufre el desorden que por igual sufren los demás sectores, sino que tiene un orden de prioridades invertido. Invocar al Orden en la Educación es en consecuencia un llamado a dejar esta peligrosa inercia que no sabemos en qué momento nos pasará la factura por completo. Sin embargo, no todo es gris ya que dentro de este marasmo institucional han surgido programas que como Beca 18 sintonizan con la necesidad de una mayor inclusión social así como en el hecho que el Perú pasa por un proceso poblacional conocido como Bono Demográfico que no es más que la presencia mayoritaria de jóvenes en la estructura poblacional.

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