Por Eco. José Linares Gallo
En un blog de actualidad se destaca que solo entre las tres presidentas Dilma Rousseff (Brasil), Cristina Fernández (Argentina) y Michelle Bachelet (Chile) habría más de 250 millones de habitantes gobernados. Y aunque es cierto que Brasil pone el sesgo y la mayor cuota (200 millones pertenecen a Brasil) no es éste el único país donde las cosas van bastante bien (en términos de preferencias electorales) para las mujeres dedicadas a la política, incluido el Perú.
Para empezar Latinoamérica aunque rezagada respecto a otras naciones de Occidente ha mostrado tener una mayor predisposición que otras latitudes mundiales por aceptar el liderazgo político femenino. Ya desde el 2004 según la Encuesta Mundial de Valores donde participó nuestro país, en Latinoamérica solo un menor porcentaje de 35% de los encuestados consideraba que “los hombres son mejores dirigentes políticos que las mujeres”. A la sazón la cifra fue un indicador predictor de las actuales preferencias de los electores.
En el Perú, nuestro capital político también luce cada vez más recargado por el lado femenino. Beatriz Merino —premiada recientemente por Harvard, Lourdes Flórez Nano —lideresa destacada del PPC quien ha declinado postular a la presidencia, Keiko Fujimori — con un título bajo el brazo en Administración de Negocios de la Universidad de Boston, y Susana Villarán —ex alcaldesa de Lima cuya calidad de gestión luce con el paso del tiempo cada vez más aquilatada, parecieran configurar la inminencia de una sino hegemonía política femenina, la de una participación más equitativa de la mujer en las altas decisiones gubernamentales, a pesar que las encuestas hasta ahora pre anuncian una segunda vuelta donde pasarían dos candidatos – hombres o a lo mucho una versión paritaria
Pero así como está claro que el camino político en el Perú se encuentra cada vez más allanado para las mujeres, la reciente y desventurada gestión de Dilma Rousseff y Cristina Fernández ha debilitado el sueño colectivo de un paraíso gubernamental sin corrupción con el solo hecho que la conductora del gobierno sea una mujer.
El efecto electoral negativo de Dilma – Cristina se amortigua significativamente con el inevitable efecto que tiene y tendrá en nuestro país la candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de los Estados Unidos ya que si el país más avanzado del mundo elige a una mujer para liderar la fuerza militar más poderosa del mundo y la economía más influyente del planeta, entonces el Perú podría dar ya el salto tal como han hecho nuestros vecinos en la Región.
Vistas así las cosas, no sería extraño que dos mujeres sean las que encabecen las preferencias electorales y que sean ellas las que pasen a segunda vuelta. Por lo pronto Keiko Fujimori pareciera ser fija para la segunda vuelta con su actual 31%. De manera que la segunda vuelta será por lo menos paritaria en cuanto a género. Pero, a tenor del efecto combinado Dilma – Cristina – Hillary, tanto Keiko como su rival (sea hombre o mujer) deberán proyectar una imagen binomial de lo que podría llamarse la doble EE; es decir Eficiencia y Ética en la gestión.
Bajo esta perspectiva Beatriz Merino y Susana Villarán aunque por ahora no cuenten con la ventaja electoral que si tiene Keiko, lo compensan con el mayor nivel de experticia en gestión pública. Probablemente las iniciales EE de Eficiencia y Ética en la gestión gubernamental serán las que más predominen, acompasen y hasta distingan esta campaña electoral de las previas.
Siendo así, también para caso del sector masculino, les irá mucho mejor a todos aquellos candidatos que puedan mostrar la doble EE de manera mucho más convincente ante el electorado. De allí que el reciente lanzamiento a la presidencia de la República de Ántero Florez-Aráoz haya resaltado precisamente esta doble EE (Eficiencia y Ética) a lo largo de su vida profesional en los sectores público y privado.
Como consecuencia los candidatos (hombres o mujeres) que puedan exhibir estos dos atributos tendrán un mayor poder de convocatoria sobre los mejores cuadros técnicos del Perú y la mejor capacidad para construir consensos posteriores que aseguren la gobernabilidad del país.