José Linares

En una sociedad cada vez más digital, paradójicamente, aún predomina la clásica educación memorística. Aquí el niño solo oye, lee, escribe y transcribe lo que dice el docente. Con este modelo  hay un creciente riesgo de aversión por la escuela. Esto no es algo nuevo; de hecho, ya ha sido acuñado hace más de tres décadas el término MATEMATOFOBIA para describir la ansiedad y el estrés que sufren los estudiantes cuando se enfrentan a la resolución de problemas aritméticos. El costo ha sido que hoy, por cada 8 abogados, exista un ingeniero. Esta proporción continúa creciendo en perjuicio de la productividad de nuestra sociedad.

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Asimismo, la escuela no ha sabido responder a las necesidades de los niños en esta área con una acertada metodología. Ésta ha ido eficacia en su enseñanza en las demás áreas curriculares y ya ni siquiera es capaz de mostrar buenos resultados en aspectos culturales tan básicos como el lenguaje.

En el Perú, este desencuentro es mucho mayor como consecuencia de un súbito crecimiento de la demanda social y del facilismo estatal de reclutar docentes con debilidades formativas, principalmente en el área de matemática, canjeando así calidad por cobertura.

Mientras crecía la cobertura, decrecía proporcionalmente la calidad (evidenciada en un creciente analfabetismo funcional que algunos estudios de UNESCO estiman en 80%). En paralelo, comenzó a surgir en el planeta un mundo virtual paralelo que iba dejando de lado a las generaciones más añosas. Así nacían los Nativos Digitales, jóvenes predispuestos al uso de toda herramienta digital que caiga en sus manos.

La clásica brecha generacional reproducida por la escuela fue, desde su origen, avivada con el surgimiento de este nuevo mundo digital como consecuencia de que nuestro plantel docente ha sido, tradicionalmente,  quienes más lejos han estado de involucrarse con los avances científicos y tecnológicos.

A ellos se les conoce como “inmigrantes digitales”. La mayoría se muestran sumamente inseguros y refractarios ante estos nuevos medios digitales. A diferencia de otras profesiones, éstos terminan adaptándose bajo la premisa de  que sin ellas, no pueden ejercer eficientemente su profesión. Este alejamiento recurrente de los docentes respecto a la ciencia y hoy a la tecnología también, puede ser explicado principalmente por el AISLAMIENTO DEL SECTOR EDUCATIVO respecto a la sociedad, a la comunidad académica y hasta el propio Estado.

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Durante años, los Institutos Pedagógicos peruanos se han fundado y han crecido hacia dentro como una diáspora micro institucional amurallada que no se beneficiaba de las externalidades que brinda el hecho de pertenecer a un ámbito universitario donde concurren todas las ciencias, tal como ocurre con los demás profesiones.

Mientas la escuela se auto aislaba del mundo y la educación dejaba de ser una Tarea de Todos, la CEPAL nos advertía que se requerían de 11 años de educación para evitar caer en pobreza extrema. Pero en el otro lado de la orilla, los padres de familia en un intuitivo análisis costo-beneficio,  comenzaban a sopesar y dudar del aporte concreto de los cinco años de secundaria y creció así una brecha significativa de metas de atención entre Primaria y Secundaria que en algunas regiones era de 50%.

La escuela, ya aislada de la universidad, como grupo ocupacional exclusivo y excluyente, comenzaba además a aislarse de la sociedad con la creciente deserción de los alumnos de secundaria. El control de la escuela solo se restringía ahora a la educación Inicial y Primaria donde aún el costo-beneficio se muestra favorable a los padres de familia y donde por lo menos a nivel de predicamento circulan nuevas ideas y paradigmas pedagógicos.

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No obstante todavía no se ha restaurado el ORDEN en favor del niño y siguen siendo aún caros anhelos las prescripciones de “proporcionar al niño medios para que construya en lugar de dotar a los docentes de medios para que instruyan” tal como juiciosamente propusiera desde hace más de dos décadas el científico social Seymour Papert al que por cierto la humanidad le debe el hecho que los lenguajes de programación sean también accesibles a los niños.

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