José Linares

HACE ALGUNAS SEMANAS fue presentado el proyecto de ley que declara de interés público la enseñanza de la robótica en primaria, iniciativa que coincide con sus 20 años en el Perú. Y aunque su linaje académico incluye a personajes de la talla de Piaget, Papert y Resnick, su desarrollo no ha estado libre de contratiempos. Un ejemplo de ello es que el 35% del material de robótica educativa siniestrado hace tres años aún no haya podido ser repuesto.

Robótica para el nivel primaria

A despecho de estas vicisitudes, la robótica educativa siempre desencadena la simpatía de la prensa, así como de la comunidad educativa. De hecho, el magazine periodístico Panorama, en 1996, y Discovery Channel, en 2000, emitieron reportajes en que se veía a pequeños niños quechuas e hispanohablantes operando prototipos de distintas máquinas que ellos habían diseñado, construido y  programado.

La robótica en el país fue creciendo a pulso: licitación a licitación, nacionales como internacionales; evaluación tras evaluación; y, sobre todo, sin padrino político que lo bautizara. Tal vez por ello, su perfil bajo. De hecho, la iniciativa privada fue convocada por el Ministerio de Educación para sintonizar “tecnología” con “educación”, como lo demuestra el reciente estudio de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Robótica para el nivel secundaria

En el campo de la robótica, Seymour Papert (creador de los laboratorios de inteligencia artificial), desde el Massachusetts Institute of Technology (MIT), fue el que reiteradamente apoyó este proyecto, ‘un crédito’ que pocos pueden darse. Y la reciente visita al Perú de Mitchel Resnick, también del MIT, muestra la fluidez y la continuidad del apoyo externo.

Pero aunque la genialidad de Papert es indiscutible, nada de ello habría florecido si antes no hubiera compartido roles con Jean Piaget, asimilando las cuatro décadas de estudios y hallazgos del Centro Internacional para la Epistemología Genética de Ginebra.

Tras dos décadas, la robótica peruana podría caminar libre de vicisitudes si el proyecto de ley se aprobara. Contribuiría así al propósito de erradicar el modelo memorístico donde los niños ven, oyen y transcriben lo que el docente dice, por otro donde el alumno explora, investiga y construye su propio conocimiento. Así, acorde con la era digital, retoñarían nuevas generaciones consumidoras juiciosas de tecnología, pero a la vez diseñadoras y productoras de ella.

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